Despertando el alma de la empresa

Publicado el por N.B. / Marta Mtz. Arellano (autor)

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Tengo para mí que aquello que anima, es decir dota de ánima e impulso, a las empresas es una idea, una impresión vívida y preexistente al pensamiento promotor que da pie a su misma creación sirviendo al mismo tiempo de origen y de guía.

Como creación humana, la empresa responde a la combinación de las tres herramientas básicas de creación: el pensamiento, la palabra y la acción. Sinembargo todas ellas deben orquestarse y alinearse con ese propósito y fin primigenio, ese “ánimo” o impulso creador que, nacido de la mano de su promotor, marca el camino y muestra el rumbo hacia una Visión, hacia el lugar que le corresponde ocupar en función de sus Activos y las Necesidades de Mercado que busca cubrir.

Ese espíritu primigenio que subyace al pensamiento promotor supera las “aspiraciones” del emprendedor, aunque en gran medida coincide con ellas y acompaña a la empresa a lo largo de toda su vida animando su propio desarrollo.

Alinear dichas aspiraciones y convertirlas en el motor que coordina los Activos y las relaciones con el mercado satisfaciendo sus necesidades y honrando sus vínculos, son las claves del éxito en toda empresa coherente. En lugar de actuar o hacer cualquier cosa para ganarse la vida, para la empresa que actúa animada por ese hálito primigenio vive y gana. El éxito económico es una consecuenciay el objetivo siempre es seguir probando, creciendo y retando sus propias
capacidades en un mercado que aprecia la frescura y el desparpajo de su posicionamiento en el mundo.

En las últimas décadas he visto a las empresas abandonar su ánima, centrándose más en las herramientas operativas. Durante años se convirtió la “visión” en una palabra, una herramienta de marketing, una frase más o menos bonita que creaba por su sola presencia una realidad que no llegaba a ser consensuada por irreal o incomprensible… Y decidimos que eso de la “visión” era cosa de consultores y gurús del marketing al desproveerla de significado.

Nos centramos en la acción cuando quisimos protocolizar y estandarizar todos los procesos de forma que fueran confiables y repetibles y consagramos su reinado con las famosas ISO, sometiendo el ánima de nuestra empresa a procesos reiterativos certificados por un extraño que nada comprendía de nuestras aspiraciones. De este modo, como el practicante de Tai chi que repite mecánicamente los movimientos, nos centramos en el proceso y nos olvidamos de su esencia.

Poco después el foco se puso en el pensamiento y estructuramos con mimo las redes y relaciones de las empresas en alambicadas economías de escala talladas a la medida de plazos imposibles y precios de rebaja. Planificamos la actividad de nuestras empresas en nutridos planes estratégicos que todo lo aguantaron mientras vivieron de espaldas al mercado, pero que recibieron un sonoro bofetón al enfrentarse a un mercado en decadencia ahíto de consentimientos, titubeante en sus regulaciones y hastiado de ser adulado. Y así con los ojos aferrados a la visión del plan, de la estrategia y los balances, se nos olvidó mirar por la ventana. Ahogados por los créditos de máquinas “made in la mía más grande” se nos escapó tomar aliento y nos olvidamos de que vender por precio es perder el respeto por nuestro quehacer cotidiano. Atentos al control del proceso se nos olvidó que castigar la iniciativa es garantía de parálisis.

Se nos olvidó que sin clientes la empresa se muere y que a los clientes hay que enamorarlos… Se nos olvidó que el cortejo requiere confianza. Que sólo enamora la empresa que realmente confía en sí misma, que es fiel a sí misma y resuelve en los mercados con personalidad única necesidades reales o creadas a cambio de unos dineros que otros están dispuestos a pagar. Una empresa sólo es una unión de voluntades cuando existe un alma que anima y lidera, un ánima que precede al pensamiento promotor de todas sus acciones y le indica el camino.

Por eso yo le animo a olvidarse de los planes, aparcar los balances, dejar que los procesos sigan su curso… Y vestirse de gala cada mañana, atusar con mimo sus más sonrientes activos para seducir la necesidad a fuerza de soluciones animadas por aspiraciones personales…

Despierte su alma y sorpréndase ante el benéfico efecto de desperezarse.

Marta Martínez Arellano, Homologada como Consultora y Mentora de Innovación y Desarrollo personal y empresarial, por diversas instituciones, ha colaborado con más de 400 PYMEs de distintos países. Docente y conferenciante, imparte cursos y conferencias sobre innovación, internacionalización y desarrollo de negocio, así como sobre desarrollo personal y profesional. Es consultora certificada en CTT de Barrett Values Centre.