Momentum Project analiza las claves de la empresa social

Publicado el por SPRI (autor)

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Una publicación recoge 47 proyectos emprendedores, cinco de ellos vascos

Las empresas sociales no son organizaciones sin ánimo de lucro, iniciativas filantrópicas o departamentos de RSC. Tal y como recoge el libro Un recorrido por 47 empresas sociales, inspiración y aprendizaje, se trata de proyectos empresariales con entidad propia, que utilizan estrategias del mundo empresarial para buscar nuevas soluciones a retos sociales. El estudio, elaborado por el Instituto de Innovación Social de ESADE y BBVA, se basa en los proyectos que han participado en el programa de apoyo Momentum Project para extraer las características principales del emprendimiento social.

A lo largo de los últimos años se ha consolidado el concepto del emprendimiento social. En todo el mundo han proliferado nuevas iniciativas cuyo objetivo principal no es maximizar los beneficios económicos, sino generar un impacto positivo en el entorno, ya sea a nivel social, medioambiental, o ambos. Estas empresas necesitan un modelo de negocio que les permita ser sostenibles económicamente a largo plazo, pero priorizando la generación de valor social.

A raíz del análisis de 47 iniciativas que han participado en el programa de acompañamiento, el equipo de Momentum Project ha identificado rasgos comunes relacionados con este modelo de emprendimiento social. El primero de ellos es la figura de la persona líder emprendedora con una visión clara sobre el cambio que quiere llevar a cabo. Otro de los pilares es un modelo basado en herramientas empresariales donde la sostenibilidad se apoya en un producto o servicio en el mercado. Finalmente, estas empresas sociales habitualmente cuentan con un ecosistema de apoyo para trabajar en red junto a sector público, inversores, otras empresas, programas de aceleración u ONGs.

La financiación es una de las barreras principales con las que se encuentran este modelo de empresas, sobre todo para poder crecer. Frente a las compañías tradicionales, la empresa social genera menos rentabilidad, puesto que no es su objetivo principal, y muy a menudo carece de los fondos propios necesarios para invertir. Frente a ello, muchas de ellas optan por vías alternativas como el crowdfunding o micro financiación colectiva, los programas de incubación y aceleración, o la inversión de impacto. Esta última se ha extendido en los últimos años y consiste en financiadores que invierten a cambio de tomar un papel activo en el proyecto. El objetivo de estos inversores no es maximizar sus beneficios sino ayudar a aumentar el impacto social de la empresa.

La publicación recoge cinco casos de empresas sociales procedentes de Euskadi que encajan en este modelo de emprendimiento. El primero de ellos es Irisbond, una compañía donostiarra que ha desarrollado un software para controlar el ordenador mediante el movimiento de los ojos. Esta tecnología ha permitido a personas con discapacidad severa comunicarse con el resto del mundo, y se ha desarrollado con la colaboración de asociaciones de pacientes.

El informe recoge también el caso de Bajoelagua Factory, una empresa que se basa en la venta de vinos envejecidos bajo el mar como una innovadora vía de financiación. Los beneficios obtenidos a través de esta comercialización permiten contribuir a la regeneración de la vida marina y la divulgación. Otra de las empresas sociales es Inithealth, una plataforma de servicios orientada a la gestión personalizada de la salud, así como la cooperativa para el reciclado de cartuchos y tóners de tinta Bioservice, que ofrece trabajo a personas con discapacidad. Finalmente, la publicación incluye también el caso de Txita, un servicio de reparto de mercancías en bicicleta y bicitaxi que está en funcionamiento en Donostia-San Sebastián.