¿MERECE LA PENA QUE TRABAJEMOS LAS MUJERES?

Publicado el por N.B. / Meritxell Jiménez-Egizabal (autor)

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Sí al matrimonio, Sí a la familia, pero NO AL MIEDO.

Hace muy, muy poco tiempo, en algún lugar de Bilbao cuyo nombre no quiero decir, un grupo de jóvenes madres conversaban sobre el aumento de separaciones en los últimos años. Algunas se quejaban de cómo la incorporación de la mujer al trabajo podría ser una de las causas.

- “La verdad es que nos han engañado. La incorporación de la mujer al trabajo es un timo. Ahora estamos mucho peor”, comento alguna de ellas.

-“¿Mucho peor?, ¿En qué?”, comento otra.

- “Ocuparnos de la casa, de la familia y trabajar es muy complicado... No llegamos a todo. No tenemos tiempo. Estamos todas estresadas. Nuestros hijos mal atendidos. Antes era mucho mejor”

No quiero extenderme en esta conversación mucho tiempo. La verdad, es algo que oigo, no te voy a decir que a menudo, pero sí con cierta frecuencia. Por supuesto, hablamos de la situación de la mujer a lo largo de la historia, de lo indefensa que se podía llegar a encontrar en muchas situaciones por no tener ni la más mínima posibilidad de valerse por sí misma y ser independiente económicamente, también de lo importante que es usar más la palabra Corresponsabilidad. Conseguir que el hombre se involucre cada vez más en las tareas domésticas y en la educación de los hijos, sigue siendo una tarea a mejorar. Para conseguirlo, es fundamental conseguir con tu pareja una relación GANAR-GANAR.

Casi había olvidado esta conversación hasta que, la semana pasada, que empecé a leer el libro “La Huella del Dios”, de M. Van Der Meersch, obra francesa escrita en 1936. En ella se cuenta la trágica historia de Karelina, una tímida campesina casada a la fuerza con un hombre brutal; sufre mil humillaciones hasta que su verdugo es encarcelado y, entonces se refugia en casa de su tío Domitien, un famoso escritor. La esposa de éste, Wilfrida, la recibe con cariño, tratándola como si fuera su propia hija. Pero las dos mujeres no saben que acaban de sellar sus destinos.

La historia se sitúa en los años 30. Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, Stalin, Franco, Hitler, Mussolini o Maximiliano Martinez. También época de personajes a los cuales admiro profundamente, como Charles Chaplin, John Wayne, Joan Fontaine, Bette Davis, Greta Garbo….

Años en los que las mujeres tenían muy pocos derechos y eran consideradas propiedad del marido. Una mujer casada no poseía bienes, no podía demandar, ni hacer un contrato. Verdad es que las mujeres casadas de clase alta  podían heredar propiedades, administrar tierras y encargarse de negocios; sin embargo, las de clase baja no tenían poder ninguno sobre sus posesiones. Sin un contrato prenupcial, los bienes y propiedades pasaban directamente al marido. Esto significaba que el marido podía gastar todas sus ganancias, joyas y muebles, que ella no podía hacer nada al respecto.  La mujer pasaba de manos del padre a las de su esposo, teniendo ambos plena autoridad sobre ella. La mujer no trabajaba, salvo casos de necesidad y estaba muy mal visto que continuara haciéndolo una vez que se casaba. Cuando trabajaba, (estoy hablando siempre de la época en la que se escribió el libro, los años 30), al hombre le pagaban por horas y a la mujer a destajo, es decir en función al trabajo realizado. Su marido decidía si podía o no trabajar y quien cobraba sueldo, si él o ella. Te puedes imaginar que más de uno se fundiría el sueldo en sus vicios, (de hecho es algo que sigue ocurriendo, desgraciadamente, hoy en día). Las viudas no cobraban pensión, por lo cual claro que tenían que trabajar. Esas madres no tenían ninguna ayuda para cuidar a sus hijos, sobretodo en el caso de mujeres solteras o viudas. De hecho, tal y como lo narra el libro, tenían en muchas ocasiones que dejar a sus hijos en granjas toda la semana entera al cuidado de nodrizas que tenían a su cargo un número determinado de niños. Muchos morían por las condiciones en las que les cuidaban. En muchos casos, en parte debido a que la jornada era de 14 horas 6 días a la semana y sólo tenían tiempo para visitarles un vez  a la semana. Por lo cual, en la afirmación de que ahora estamos peor habría que preguntar, ¿quiénes han ido a peor con la incorporación al mundo laboral? La mujer, como veremos unos párrafos más abajo, ha estado casi siempre presente en el trabajo, pero en muy malas condiciones.

Mirta Lobato, en "La vida en las fábricas", nos da una idea de por qué esas mujeres se incorporaban al trabajo: "entrar a la fábrica era salvarse" y, argumenta sobre las consecuencias positivas en términos de subsistencia, sociabilidad y configuración de identidades que tenía el ingreso al mundo del trabajo.

Si miramos la situación de la mujer a lo largo de la historia, podemos decir por ejemplo que, en la Antigua Grecia, se casaban con 14 años y con hombres mucho mayores. Era el padre quien le encontraba marido.

Las romanas no tenían derecho a nombre propio y por eso adoptaban el del padre en femenino.

El matrimonio tenía sólo como objeto perpetuar el linaje y en las clases altas forjar alianzas políticas y sociales.

También la boda era pactada en la Edad Media, aunque en esa época la mujer sí que trabajaba en casi todos los gremios, aunque en condiciones precarias.

Nos podemos imaginar que habría de todo en esos matrimonios concertados, mujeres que conseguirían ser felices a su manera y, también mujeres que no tenían otra que soportar esa situación toda la vida.

En resumen, lo que yo creo es que la presencia de la mujer en el trabajo ha estado en muchas épocas de la historia, en todas me imagino, en mayor o menor cantidad pero casi siempre desgraciadamente en unas condiciones terribles. Y mal que le pese a mucha gente, fueron las organizaciones feministas las que han ayudado a que tengamos más derechos para poder conciliar la vida familiar y laboral (entre otras muchas cosas)

Creo firmemente en el matrimonio, pero en un matrimonio de verdad. Puede que la incorporación al trabajo y la independencia económica faciliten que la mujer, en un momento dado, pueda separarse pero, no podemos olvidar el miedo y la angustia de muchas mujeres que han tenido que vivir una situación durísima toda su vida, por no tener un lugar donde ir, a nadie a quien acudir. 

Gracias al trabajo, la mujer se va o se queda.

El hombre se va o se queda, ellos eligen.

Si quieren luchar o abandonar. Si están dispuestos a volver a empezar. A darse otra oportunidad. A ser felices juntos

Determinantemente, Sí al matrimonio, Sí a la familia, pero NO AL MIEDO

http://www.youtube.com/watch?v=SqbesbQ7UAc