Cómo vivir un año sin corazón

Publicado el por JAVIER MARTÍN / LOOGIC (autor)

 (photo: )

En 1958 los médicos Elmquist y Senning implantaron por primera vez un sistema de marcapasos íntegramente en el cuerpo de un paciente. Para ello, abrieron el tórax del mismo y cosieron los electrodos al músculo cardiaco. La vida práctica del aparato después de la operación fue de tan solo 24 horas. No obstante, el paciente falleció en enero de 2002 a la edad de 86 años. Hasta su muerte le implantaron un total de 22 marcapasos distintos. Así comienza la historia reciente de la biónica (la unión de los sistemas biológicos y electrónicos) y los cyborgs (seres formados por materia viva y dispositivos electrónicos) una de las derivaciones de la medicina que más sorpresas nos va a deparar en los próximos años y que más impacto va a producir en el futuro de la humanidad.

Stan Larkin es un joven estadounidense de 25 años que ha sobrevivido durante 17 meses sin corazón, gracias a un corazón artificial transportado en una mochila llamada Syncardia Freedom Potable Driver. La máquina, que pesa seis kilos y se puede transportar en una mochila, utiliza aire comprimido para suplir la función del corazón a la hora de hacer circular la sangre por el cuerpo. Esta tecnología fue implantada a Stan en el Centro Cardiovascular Frankel de la Universidad de Michigan.

La decisión de cambiar tu corazón por una máquina es una cuestión de vida o muerte, por lo que Stan Larkin puede estar muy agradecido de que la tecnología haya evolucionado tanto como para haberle ayudado a sobrevivir durante todo el tiempo necesario hasta que se le ha podido realizar un trasplante de corazón. Pero cada vez es más habitual que recurrir a este tipo de tecnologías no sea cuestión de vida o muerte sino una decisión basada en otro tipo de criterios. De esta forma comenzamos a ver una situación que se irá intensificando de manera importante en los próximos años, en la que muchas personas deciden que la tecnología no sólo va a estar sobre ellos, a través de los wearables sino dentro de ellos, y por lo tanto convertirse de esta forma en cyborgs.

Ante esta situación podríamos plantearnos, ¿qué mueve a una persona para decidir dejar de ser “simplemente un humano” para convertirse en “superhumano”? si es que podemos llamar superhumanos a aquellas personas que tienen capacidades especiales que les proporciona la tecnología. En la mayoría de los casos que hemos visto hasta ahora, la decisión ha venido  motivada por una necesidad o carencia, ocasionada por algún tipo de discapacidad o accidente. Pero la situación está cambiando, cada vez hay más personas que deciden convertirse en cyborgs motivados por la curiosidad, el interés por investigar o incluso por laestética. El negocio de la cirugía plástica o estética mueve billones de dólares al año en todo el mundo, lo cual pone de manifiesto que la gente no percibe como un gran impedimento someterse a una operación quirúrgica, siempre que la recompensa sea adecuada. Así lo percibe por ejemplo Kevin Warwick, un científico, ingeniero y profesor de Cibernética en la Universidad de Reading, que es conocido por sus investigaciones sobre Interfaz Cerebro Computadora, en las que que comunican el sistema nervioso humano con diferentes tipos de ordenadores y por sus trabajos en el campo de la robótica. Desde 1998 este científico ha realizado varios experimentos sobre su propio cuerpo que le han llevado a convertirse en un cyborg.

Las investigaciones realizadas por Kevin Warwick en el ámbito de la cibernética le han llevado a realizar sobre su propio cuerpo los siguientes experimentos

  • Cyborg 1.0 en el que se implantó un chip RFID en su brazo con el objetivo de poner a prueba la comunicación entre un implante y un sistema externo equipado de antenas y ordenador capaz de recibir la información del chip insertado bajo la piel y poder realizar diferentes interacciones como abrir la puerta y encender la luz de su despacho al detectar su presencia, incluso darle los buenos días al llegar.
  • Cyborg 2.0 consistió en la implantación de una interfaz neuronal consistente en 100 electrodos conectados a los nervios del brazo que sirven para recoger la información al mismo tiempo que es enviada al cerebro. De esta forma se puede convertir la señal analógica de los nervios al realizar movimientos con el brazo a un señal digital que puede gestionarse con un ordenador, por ejemplo para controlar un brazo artificial situado en otro lado del planeta.

Por si todo esto no fuese suficiente, Kevin Warwick también decidió llevar la investigación a la comunicación directa y a distancia entre dos sistemas nerviosos humanos realizando el experimento con su propia mujer, a la que implantó un sistema similar al suyo, de forma que pudieron llegar a estar conectados virtualmente el uno con el otro, de forma artificial y a través de Internet. Algo que podría asemejarse a lo que conocemos como telepatía, que es uno de esos “superpoderes” a los que podremos acceder en un tiempo si las investigaciones que se están realizando hasta el momento llegan a buen puerto.

Son varios los grupos de investigación que trabajan para desarrollar sistemas que nos permitan simular algunas de las características de la telepatía. Es el caso de los experimentos realizados en 2015 por científicos de la Universidad de Washington que han logrado desarrollar una tecnología que permite una conexión directa de cerebro a cerebro, usando neuroestímulos y neuroimágenes. Para ponerla a prueba, tomaron varias parejas de participantes y situaron a cada individuo a más de un kilómetro de distancia del otro. Comunicándose tan sólo con señales enviadas por sus cerebros a través de internet fueron capaces de resolver juegos de preguntas y respuestas. Un año antes, científicos de empresa Starlab, de la universidades de Barcelona y Harvard, liderados por Giulio Ruffini, habían sido capaces de “conectar” a dos personas para que se comuniquen mentalmente a través de Internet, estando situadas a miles de kilómetros de distancia. El mensaje transmitido, un simple “Hola”, utilizando la tecnología de un casco transmisor de actividad cerebral con bluetooth, desarrollado por la empresaNeuroelectrics, que registra por medio de electrodos los pensamientos del emisor, de forma que si piensa en mover las manos lo traduce en un 1 en código binario y si piensa en mover los pies se traduce en un 0. Gracias a esta tecnología utilizada no es necesario realizar implantes cerebrales, aunque esto hace que la comunicación sea menos efectiva.

Estos avances en la investigación de la Interfaz Cerebro Computadora abren un mundo de posibilidades para mejorar la vida de muchísimas personas que tienen problemas a nivel de comunicación o movilidad, como es el caso de muchos discapacitados físicos que pronto podrán mejorar significativamente su vida gracias a la implantación de neuroprótesis que les permitirán controlar con la mente objetos, como puede ser una silla de ruedas, un exoesqueleto o diferentes tipos de máquinas. En este ámbito son muchas las iniciativas que se están desarrollando, una de las más recientes es el proyecto Whee´ll que han puesto en marcha cinco alumnos de Ingeniería Biomédica de la Universidad Pompeu Fabra, con el objetivo de diseñar una interfaz cerebro-ordenador capaz de interpretar señales mentales y ejecutarlas para ayudar a personas con movilidad reducida a manejar una silla de ruedas. Mediante un casco proporcionado por la empresa Neuroelectrics  se recogen las señales eléctricas del cerebro, que permiten distinguir las direcciones hacia las que se quiere mover la persona. Una vez llevado a cabo este proceso, los datos pasan al ordenador a través de un convertidor analógico-digital. A partir de aquí, los datos se clasifican y mediante técnicas de aprendizaje automático las máquinas analizan y reconocen patrones de comportamiento, y adquieren estrategias para la resolución de problemas mediante ejemplos, igual que lo haría una mente humana. En el mismo ámbito trabaja el el investigador José del R. Millán que dirige a un equipo de investigadores en la Escuela Politécnica Federal de Lausana en Suiza y coordina varios proyectos europeos para desarrollar interfaces cerebro-máquina cada vez mejores. En los últimos años han desarrollado un casco con electrodos que se coloca sobre el cuero cabelludo del paciente para monitorizar su actividad eléctrica cerebral. Valiéndose de técnicas de aprendizaje estadístico, identifica la intención de un sujeto cuando desea realizar ciertos movimientos. Gracias a ello han demostrado que las neuroprotésis son capaces incluso de mejorar y aprender nuevas tareas. Frente a los exoesqueletos que estimulan la columna vertebral, este avance podría ayudar especialmente a las personas que sufren parálisis o pierden habilidades motoras como consecuencia de accidentes cerebrovasculares, lesiones en la médula espinal o enfermedades neurodegenerativas.

Sigue leyendo este interesante artículo de Javier Martín en:
http://futurizable.com/vivir-sin-corazon

©Futurizable